domingo, 27 de abril de 2008

Crónica de Julia acerca de la Jornada

Disfrutar del primer día primaveral del año en el Valle de Ordesa es un lujo. Bien merecen la pena los cerca de 17km. de caminata desde el aparcamiento hasta el Circo de Soaso; como premio, la Cascada de la Cola de Caballo –que hace justicia a su nombre- y la presencia imponente del Monte Perdido, o Mont Perdu, según desde dónde se mire.
Cerca de las diez de la mañana, y ya acusando el calor que nos acompaña toda la jornada, emprendemos nuestra marcha en sentido ascendente, aliviada por las sombras de pinos y hayas y el murmullo refrescante del río Arazas y sus cascadas. Los primeros avisos de que nos encontraremos nieve no tardan en llegar; basta con mirar a las paredes de enfrente y ver la nieve amontonada testigo de aludes recientes. Cuatro fotos y un poco de agua, justamente paramos para no perder el ritmo. La agradable senda arbolada y sombría que recorremos durante hora y media da paso a una zona llana y cada vez más nevada, donde apenas hay árboles y por la que caminamos torpemente entre la nieve haciendo más de un amago de venirnos al suelo. Algún afortunado creyó ver algún castor o ardilla, que no tarda en esconderse ante nuestra presencia. Qué lástima no haberlo inmortalizado.
Un largo empedrado ascendente en forma de eses presagia el final: el soleado Circo de Soaso, un paraje prácticamente llano y sin arbolado por el que transurre el río. En este tramo tenemos la suerte de ver apenas caminantes, para apreciar mejor la belleza del lugar. Nos espera al final del recorrido la Cola de Caballo, y custodiándola, el Monte Perdido. Un bocado escueto en la orilla del río que los ¿Borja, cómo se llaman esos pajarracos negros,? que se acercan quieren degustar, y retomamos el camino de vuelta.
Ahora toca sortear a los excursionistas, y a alguna cuadrilla de adolescentes que con pose de cansancio nos pregunta cuánto falta para la meta. La nieve poco a poco va encharcando el trazo que hemos dibujado los caminantes, porque el sol azota sin dar tregua. Se agradecen las gotas de agua heladora que caen por las paredes de roca que bordean parte de nuestro recorrido. Apenas falta media hora para llegar al punto de partida y nos disponemos a dar buena cuenta de las magras y la tortilla de patata, regadas con el agua de la fuente situada en nuestro improvisado comedor. Han pasado ya casi cinco horas. Un poco más de caminata y como colofón unas jarras de cerveza en el prado en el que comenzamos la marcha. Todo un lujo.

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