jueves, 27 de junio de 2024

"¿Y ahora, quien paga el rescate?"

 Ni es la primera vez que oigo esta frase ni será la última, por desgracia.

Hace pocos días sacaban a dos espeleólogos, a dos mentes inquietas, de una cueva por Cantabria. Un rescate bien ejecutado y con final feliz pero muy mediático para su desgracia ya que no hay nada que más nos guste en este país que atizar mucho y empatizar muy poco.

Esta fue la última vez que escuché eso de “¿Y ahora quien paga el rescate?” Frase en la mayoría de los casos aderezada con algún calificativo desafortunado, ofensivo u hostil.

No muchos días antes asistíamos como “la jauría” se cebaba con unos “skate-rollers” que ciertamente no sé si circulaban bien, seguramente no, por una carretera de Mallorca pero que no creo que merecieran los insultos y amenazas de muerte, si, si, amenazas de muerte, que se vertían sobre ellos. "Escopeta y PAM PAM", decía un erudito...

Tampoco ha sido la primera vez y me temo que no será la única que haya que leer comentarios, con el cadáver de un ciclista atropellado aún caliente en la cuneta, del estilo de  “se lo merecía”. Muy fuerte.

Dicho esto, hay mucho odio hacia todo en general pero sobretodo a lo ejemplar en particular. Molesta la gente sana, molesta que se haga deporte, molesta el que no contamina. Mejor dicho, no sé si molesta o si es que no se sabe respetar, disfrutar de él o si simplemente molesta que otros tengan una vida más sana y más completa que la de uno mismo.

El salir, el investigar, el desarrollarse. El subir a una montaña, el cruzar un mar, el adentrarse en una cueva es propio del desarrollo de nuestra especie desde el principio de los tiempos y gracias a estas inquietudes, o más quizá tambien por desgracia, ahora somos la especie que somos.

Cuando ocurre un accidente, un imprevisto  o cualquier otra circunstancia se vela por la seguridad de todo el mundo, tambien de estos “emprendedores” y es humano y ley de vida hacerlo pero siempre hay quien pone en tela de juicio estos “rescates” y enseguida salen cientos de “cuñados” a preguntar ¿Esta “fiesta” quien la paga?

Sin embargo, no veo que se ponga en tela de juicio que nuestra seguridad social atienda a un paciente fumador. Que tengamos que tratar enfermedades cardio-vasculares de un consumidor compulsivo de bebidas energéticas, que se ayude al colectivo de víctimas del alcohol, que se atienda a dos que han decidido partirse la cara, o que se rescate a un conductor que ha decidido pilotar borracho o violando las normas de circulación. ¿Qué pasa en estos casos? No he visto a nadie “canear” por ejemplo al paciente fumador que está a las puertas del hospital en bata echándose un cigarro.

Molestamos solo los que circulamos en bici por el arcén, los que un dia necesitamos que nos hagan un rescate, los que cuidamos de nuestro cuerpo, mente y sumamos a la sociedad, y que por cierto aportamos a la TGSS seguramente mucho más de lo que gastamos. ¿Podemos ser molestos en un momento dado? Depende de la perspectiva del “ofendidito” pero si, podemos serlo. ¿Podemos cometer errores, perdernos o accidentarnos? Si, podemos. Pero creo que en la balanza no se está siendo justo con nosotros.

1 comentario:

Tri-naranjus dijo...

Estoy harto de la sociedad. ¿Te acuerdas de cuando decían que íbamos a salir mejores de todo esto? Lo cierto es que el debate sobre quién paga las cosas siempre ha existido, pero últimamente, el juzgar a todo el mundo y exhibir públicamente lo moralmente virtuoso que es cada uno, me está dando un asco monumental.

El fenómeno del "Virtue Signaling" es tan antiguo como el propio Homo sapiens. Como humanos, tenemos una adicción a mostrar nuestras virtudes morales. Se podría decir que tenemos una compulsión por exhibir nuestros principios éticos, convicciones religiosas, inclinaciones políticas y estilos de vida ante los demás. Cuanto más radical eres juzgando los errores de los demás, sus fallos o sus debilidades, mejor parece que eres. Las redes sociales están llenas de esto, y generalmente, los que más necesitan mostrar su virtuosismo son los más mediocres o menos preparados, aunque ninguno de nosotros escapa de esto.

¡La hostia puta, que nos dejen vivir a cada uno con nuestros fallos y aciertos!

Y sobre la Seguridad Social, ya ni hablo.

Me alegra volver a leerte, Borja.